"Por estética entiendo esto:
el modo en que las cosas se
muestran, junto con las razones
para preferir una forma de
mostrarse a otra".
Arthur C. Danto, crítico, profesor y
escritor estadounidense (1924-2013).

Que el país nipón es un gran consumidor de cirugía estética, plástica y reparadora, no es ningún secreto. En concreto, y antes de la pandemia, Japón era la tercera potencia mundial en este tipo de intervenciones, ranking capitaneado por Estados Unidos, seguido de Brasil, que ocupaba el segundo lugar. Unas cifras sin embargo que podrían cambiar dada la alta demanda durante la pandemia en el país asiático. Las operaciones de párpados que buscan rasgos caucásicos y europeos, a la cabeza. El lifting facial, después. Y todo, a pesar del coronavirus.

Las autoridades, y en lo peor de la crisis sanitaria, se apresuraron a intentar calmar a la población, sobre todo en aras de la seguridad de los pacientes y cuadros médicos, teniendo en cuenta también, igual que en el resto del planeta, la escasez de material sanitario de protección en hospitales y quirófanos.

Corea del Sur y Australia, además de USA, se han unido a este 'boom'. El motivo principal, poder recuperarse en casa y llevar mascarilla, que 'disfraza' en cierta medida cualquier intervención estética. Lo que no deja de ser paradójico. Los pacientes quieren operarse, sí, pero que nadie sepa que lo han hecho. El aspecto juvenil y rejuvenecido no debe ser sospechoso, sino percibido como algo natural y propio. La crisis de la Covid-19, sorprendentemente, ha motivado su permanencia y aumento.

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